martes, 26 de septiembre de 2017

Revista Campotraviesa

 

Nos hablan los editores

 

Revista de poesía argentina y latinoamericana
Buenos Aires, Argentina • Inicio de la editorial: 2011

 

Jeymer Gamboa • Director


La revista Campotraviesa nació de juntarnos a leer
poesía los domingos en una casa. No es una revista
académica, ni de autores, ni de crítica, pero tiene un
poco de todo eso también. Se armó a partir de cuestiones
sensibles, donde los nombres propios van o vienen
según las variaciones del clima y las particularidades de
un lugar, una voz que suena o una imagen que se siente
en la piel. Campotraviesa se publica con el cambio de
estación.

Tenemos un tema: ser de pueblo y vivir en la ciudad.
Una de las secciones fijas de la revista se llama Historia
del poema. Le pedimos a un poeta o a una poeta un texto
exclusivo para Campotraviesa en el que indaguen los
orígenes o las motivaciones que los llevaron a escribir
uno de sus poemas favoritos. Debajo de todo poema
hay algo subterráneo y misterioso que en esta sección
se revela con un nuevo texto en prosa. Para el número
nueve, el poeta y narrador santafecino Francisco Bitar
escribió un hermoso texto sobre su poema “Su estado
natural”, del libro The Volturno Poems. Un libro que
en la portada tiene el cuadro de Malévich titulado
Campesino en los campos. Queremos compartir esta
Historia del poema con el público lector de la Feria del
Libro en Costa Rica. Agradecemos a Vivi y a Leo por
darnos un rincón en su cálida librería Frantz & Sarah,
en el corazón de San José.

Historia del poema
Por Francisco Bitar

Hace un tiempo escuché al poeta A decir que el poeta
B hacía trampa en sus poemas: al parecer, el poeta B no
había vivido todo lo que aparecía en sus libros. El poeta
B no era quien decía ser. Me quedé pensando en aquello,
en la posibilidad de que el poema fuera una completa
invención (una ficción, digamos), hasta qué punto eso
sería comprobable y en qué medida me importaba.

Se podría decir que, mientras el poema funcione,
importa muy poco si se trató de una experiencia real
(suponemos que, si el poema funciona, lo fue en alguna medida).
Pero también es cierto que se espera del poeta
un encare más veraz que verosímil, como si todo lo que
fue poetizado tuviera su expresión última, su garantía,
digamos, en la persona del poeta. Entre una posición
y la otra, entre los defensores del poema ficcional y el
poema biográfico, está el poema narrativo. Pound, su
más grande promotor, diría que, entre la opción de
escribir la palabra árbol y la palabra abedul, siempre
será preferible poner el nombre específico, y que si, por
motivos inherentes al poema, es preferible decir fresno,
lo mejor es dejar que así sea.

¿Por qué un fresno y no un abedul? En mi caso, porque
es raro ver un abedul en el litoral, porque la sonoridad
de la palabra parece imitar su movimiento en las noches
de abril, cuando parece que el clima va a cambiar y
finalmente no lo hace, y porque se trata del árbol de mi
infancia, el que sirvió de palo en los picados para armar
los arcos. Ahí están los motivos de algunas decisiones en
torno al poema: musicales y de prosodia, pero también
personales y hasta inconscientes. Es que el poema, en
su imaginación, va hacia un yo que quisiéramos ser
y capaz algún día seremos, o al yo, en todo caso, que
fuimos en alguna ocasión, muy excepcionalmente.

El primer poema de The Volturno Poems, “Su estado
natural”, tiene una base real y su asunto es fácilmente
identificable: la vida que lleva un hombre en soledad,
lejos de una mujer, su regresión a hombre de las
cavernas. Pero hay, como diría el poeta A, una trampa:
para ser completamente sinceros, mi patio está hecho
de baldosas, los pastos nunca podrían crecer hasta tapar
los envases de cerveza. Con todo, poner las botellas a la
misma altura que los yuyos, igualar unas con otros, me
hacía pensar en un mundo privado donde la cerveza
estaba integrada al paisaje, donde las botellas formaban
parte de un orden natural. Todavía hoy, cuando
recuerdo esa imagen, recuerdo también aquella gran
época y siento el peligro de volver a ella, su inminencia.


Su estado natural
Francisco Bitar


El día siguiente
al día que te fuiste
mi patio volvió
a su estado natural.
Primero dejé de juntar
la caca de nuestro gato
y entonces llegó una mariposa
a la que unas moscas
se encargaron de espantar:
dos de ellas la atormentaron
hasta cruzarla al patio siguiente
mientras las otras dos se dedicaban
a bailar con las patas traseras
sobre un pedazo de sorete.
La cerveza vieja
que había en los envases
se volvió vinagre incluso antes
de que llegara este verano
y cuando el pasto creció
hasta la altura de las rodillas
ya no se distinguía
el tallo marrón de las plantas
del tallo marrón de las botellas.
Parece una época mala
pero no lo fue en absoluto.
De tanto estar abajo del sol
mi cuerpo se hizo fuerte.
Llegaron alguaciles
de palo blanco y cabeza celeste
como fósforos de telo,
todas eran buenas señales.
Incluso se podría decir
que fue una época muy parecida
a esta en la que volviste.
A excepción
del orden y la limpieza
que me interesan muy poco,
es casi lo mismo,
con una sola diferencia.
Una diferencia importante.















REVISTA
CAMPOTRAVIESA
Revista de poesía
Verano / Otoño 2017
104 páginas